Siempre he querido pensar que mi mamá deseaba que
pudiera sentir este sol en mi cara mientras mi nariz respira el fresco olor a
sal y mis oídos escuchan el intenso oleaje de Cuyutlán, que tan sólo por estos
minutos de perfecto placer y paz que me puedo tomar todos los días mi madre
prefirió tenerme aunque sabía que no podría cuidarme, aunque yo hubiera nacido
del gran dolor que habían causado en su vida. Siempre he querido pensar que mi
madre deseaba tanto que pudiera disfrutar de la vida que a ella le habían hecho
desdeñar, que quería que disfrutara de despertar y sentir las sábanas rozando
mi piel mientras el sol entra travieso entre las rendijas de la persiana para despertarme,
que la recordara con el olor del café recién preparado inundando la casa, que
disfrutara de todas estas cosas sencillas que hacen el día a día tan pleno,
como la sonrisa de la abuela mientras me grita a todo pulmón que baje a
desayunar, a veces pienso que su única misión en la vida es ponerme gordo, lo
bueno es que me escapo de ella para ir a la escuela y para jugar con mis
vecinos si no por ella estaría comiendo todo el día.
Nunca he tenido otra realidad más que esta, así nací,
en esta playa donde mi bellísima madre se volvió loca, mi abuela también lo
hizo, se volvió loca por mi, creo que el haber perdido a su hija de una manera
tan dolorosa la hizo volcar todo su amor hacía mi, agradezco tanto a mi Madre y
tanto a Dios haberme dejado con mi abuela, esta mujer madura llena de alegría y
de energía, que me ha dado la mejor vida que alguien pueda tener, llena de
pequeñas aventuras, de hermosos detalles todos los días, alejando cualquier
miedo que cercara mi sonrisa.
Recuerdo cuando empecé a tener consciencia de las
visitas mensuales a la clínica, y el miedo que me producía saber el que a lo
mejor ese día me tocaba toma de muestras, el pánico que me provocaba tener que
enfrentarme al monstruo de la aguja y como mi abuela convirtió esa aventura en
una conquista de dragones y princesas, donde ella y yo éramos los héroes, y si
me tocaba la toma de sangre, ver sus mangas arremangadas y pedir que a ella
también le tomaran su muestra, hacerse la valiente mientras le sacaban su
preciosa sangre antes que a mí aunque ella no lo necesitaba, sólo por mi, sólo
para que no tuviera miedo de las malvadas agujas y al terminar pararse
triunfante con un grito de victoria, haciéndome reír con sus muecas y saltos
grotescos, haciendo reír a las enfermeras a las que platicaba todas mis gracias
y travesuras de niño. Recuerdo como me despertaba tempranito y nos subíamos a
la camioneta del tío Juancho que malhumorado nos llevaba hasta Colima para la
consulta, ahora voy solo en el primer camión de la mañana pensando en la
sonrisa de la abuela, nunca le digo cuando me toca consulta aunque a veces
encuentra mi carnet y no hay forma de disuadirla a que se quede y me acompaña
junto con el tío Juancho y su amodorrado malhumor, ahora soy yo el que maneja la
camioneta en esos días, cantando Sr. Sol con la abuela mientras vamos por la
carretera.
Ya casi tengo 18 años, estoy por entrar a la universidad,
ahora tengo tantas ganas de vivir, como siempre las he tenido, como las ganas
que tiene mi abuela de hacerme feliz, ahora tengo ganas de gritar y de cantar,
de estudiar con ahínco y de conquistar al mundo, no sé si este virus es bueno o
es malo, gracias a los cuidados y disciplina de la abuela nunca he estado
realmente enfermo, pareciera que en mi caso ha sido un virus de “salud” un par
de pastillas al día y todos mis catarros son de un poco de flujo nasal por tres
días un par de veces al año, mi viruela infantil fue muy benévola conmigo,
nunca sufro del estómago y mis riñones e hígado han resultado ser muy fuertes,
hago deporte todos los días y me siento lleno de energía, he visto mucho
sufrimiento y enfermedad en la clínica, pero gracias a Dios y a mi abuela en
estos 18 años no he pasado enfermedad grave, ahora me toca cuidarme a mí,
tendré que dejar mi hermoso Cuyutlán para estudiar en Colima, ya no tendré la
voz de la abuela despertándome todos los días para darme mi pastilla y el desayuno,
ya no estará en la puerta de mi cuarto esperándome en la noche para darme la
segunda dosis, ahora me tocará prepararme a mi las 5 comidas diarias que me
recomendó el doctor, lavar con sumo cuidado las verduras y frutas que disfruto
comer todos los días, tener mi cuarto en la pensión impecable de limpio, espero pronto
terminar mi carrera y trabajar muy duro, espero ser pronto yo el que cuide de
mi hermosa abuela. Espero este virus nunca me detenga en mi propósito de hacer
sonreír a la abuela todos los días como ella lo intenta conmigo, deseo poder ganar lo suficiente para jubilar
la camioneta del tío Juancho y llevarlos a pasear por el mundo.
Mi abuela dice que tengo estrella, esa estrella azul
de la tarde, yo sé que soy hijo de venus, mi hermosa madre, que sabía estaría
mejor con la abuela. Mi Abuela dice que mi estrella me ayudará a encontrar una
mujer tan bella como mi madre, yo quiero encontrar una tan alegre como mi
abuela, y mientras la encuentro la tengo a ella para llenar mis alegrías y
tristezas. No me preocupa el virus, sé que cuando encuentre a esa mujer todo
será perfecto y no habrá ni virus ni ninguna otra cosa que se interponga entre
nosotros. Sí, definitivamente tengo Estrella, vengo con ella de nacimiento, mi
vida podría haber sido una tragedia, una madre violada que no supo que hacer
con ese dolor más que tenerme, que sucumbió después de su embarazo ante el
dolor de la enfermedad y la tragedia de sentirse usada. Un virus invadiendo mi
cuerpo, un virus que puede ser mortal y que no daba muchas expectativas a mi
vida, un pueblo alejado sin muchos recursos para atender la salud de su gente,
una época donde todavía no había tantos avances y conocimiento de como
tratarme, no conozco otra realidad, no sé si pude estar mejor, he tenido este
virus todo mi vida, es mi realidad de nacimiento, una realidad que ha sido
buena conmigo, que me dejó al cuidado de una cariñosa abuela, y un regañón Tío
Juancho, una realidad en la que el cuidado de mi salud es cosa de todos los
días, donde he podido ser inmensamente Feliz, definitivamente tengo estrella,
se llama Romina, mi hermosa abuela.
(Dedicado a todos esos padres, abuelos, tíos que han vencido tantos miedos y se han volcado en un tierno cuidado de seres queridos con alguna enfermedad o padecimiento, entre ellos a mi MAMÁ).
Hey eres de Colima, que cool! Yo también :)!
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